Metamorfosis, o carrera a cinco vueltas.

Bang.

Suena el disparo de salida.

CorredorUno, ya desde el pistoletazo de salida, arranca fortísimo. No se ha salido de la primera curva, y ya marcha el pelotón enfilado, con CorredorDos, ganador de las pruebas anteriores, inicialmente detrás de CorredorUno. No se ha entrado todavía en la segunda curva, y ya se han destacado CorredorUno, en cabeza, a ritmo fortísimo, y CorredorDos, un metro, tres metros por delante del resto de los corredores.

Al paso por la línea de meta, el público aplaude, entusiasmado de estar asistiendo a una carrera lanzada ya desde el primer metro. CorredorDos, siempre siguiendo a CorredorUno, es consciente de que están corriendo a un ritmo inaudito, difícil de mantener, que llevaría a marcas que no ha hecho nadie antes.

Inimaginables.

Sin poder evitarlo, CorredorDos piensa si ese ritmo será soportable. Ya ha ocurrido en otras ocasiones que CorredorUno se haya lanzado a ritmos altísimos, para desfallecer al final, llegando CorredorDos a alcanzarlo  y superar a CorredorUno, incapaz este de mantener su apuesta.

Con este recuerdo en la cabeza y en el corazón, CorredorDos duda. Duda entre seguir a CorredorUno en su aventura por lo imposible, o reservar y dejarle irse, para intentar cazarle al final de la carrera. Duda si aceptar el reto, o si mantener la cabeza fría.

CorredorUno ya se distancia, firme en su convicción en el ritmo imposible. Lentamente empieza a aumentar la distancia, tres metros al segundo paso por la meta, diez metros al tercer paso por meta. Al paso por curva, CorredorDos duda por segunda vez, pero esta vez de que CorredorUno vaya a desfallecer. Empieza a subir el ritmo, CorredorUno por delante. Al paso por meta, a falta de la última vuelta, CorredorUno mantiene una ventaja de ocho metros.

CorredorDos aprieta los dientes y acelera. Ya no queda espacio para la duda, piensa, sólo para acelerar y acelerar. CorredorUno aprieta los dientes, y sigue corriendo, mirando sólo adelante. Ya sólo queda resistir y llegar hasta la meta.

Estamos ya a la salida de la penúltima curva y apenas ha variado la distancia. A mitad de la penúltima recta son cinco metros lo que separan a los dos Corredores. CorredorDos sólo puede esperar que efectivamente se produzca el desfallecimiento de CorredorUno, porque a estas alturas  ya sabe que, si CorredorUno mantiene ese ritmo, no será capaz de correr tan rápido como para llegar a alcanzarle.

CorredorUno, aguanta, lucha contra el dolor de piernas, y sólo piensa en seguir, en llegar a la meta, que ya empieza a ver al final de la curva. Y bracea para ayudarse a mantener el ritmo. Y CorredorDos ve como se acerca a la meta, con metros de ventaja. Como entra en solitario CorredorUno, cruzando claramente vencedor, convertida la persecución en inútil, ganador por su apuesta arrojada del ritmo imposible.

Y unos segundos después, CorredorDos cruza la meta, con la duda de si habría podido, él también, correr al ritmo imposible, la duda que no va a llegar a resolver ya, de saber si habría podido ser él el que saludara en estos momentos al público.