Grupo favorito.

Adolescentes. Sobre los 16 años. Chaquetas negras. Pantalones negros. Él, una camiseta de Nirvana donde aparece una cara dibujada, simple, un círculo dibujado a mano, una raya ondulante para la boca, y dos aspas por ojos.

 

Esperan a que se ponga verde el semáforo para cruzar. Él apoya el pie en un bolardo de los que sirven para que los coches no se suban a aparcar a la acera. Habla con la chica, contándole algo. Se esfuerza en darle interés, en hacer que ella se ría.

 

Se inclina sobre la rodilla doblada en el bolardo, para acercarse a ella. Buscando cubrir el espacio, dominarlo. Buscando captar su atención, capturar su tiempo.

 

Ella le escucha, pero al mismo tiempo le ignora, atenta a lo que pasa a su alrededor. Él sigue con la historia, sin darse cuenta.

 

Él va a sufrir, pero todavía no lo sabe. Ella lo sabe ya, pero no sabe cuando será.

 

Es diferente madurez.

 

Y, probablemente, diferente interpretación de su grupo favorito.

 

Busquets & Galvez.

Esquina Príncipe de Vergara con Goya. Se vende. 180 m2. Busquets & Gálvez.

 

En el pasado partido contra el Atlético, Busquets cuajó una gran actuación. Se destacó de su partido la seriedad en la distribución de valor, su labor de contención, y su capacidad de que el equipo se parte en dos.

 

En el piso inmediatamente superior al del anuncio de venta, una anciana riega sus macetas. Geranios. Rojos.

 

En el portal debajo del piso en venta, un indigente. Cartones, de una caja de botellas de detergente, en el suelo. Sus escasas posesiones en una esquina. Periódicamente, el indigente se levanta, y se acerca a los teléfonos públicos que hay unos poco metros más allá. Comprueba que no hay ninguna moneda el en el cajetín de devolución, descuelga el auricular, y golpea unas cuantas veces la palanca de devolución. Después vuelve al portal. Desde que aparecieron los móviles, cada día cuesta más encontrar monedas.

 

Busquets es propiamente Busquets hijo. Renovó la semana pasada hasta 2021, con una cláusula de rescisión de 200 millones. El primer Busquets en términos futbolísticos fue su padre, que fue portero del Barcelona. De él se dijo que aportaba seguridad y contención. Desde la portería, poco podía hacer para que se partiera el equipo en dos.