Sobre la alegría de lo no eficiente.

O como, de Gödel o de Wittgenstein podríamos deducir que la alegría pertenece al mundo de lo que no se puede hablarse en términos de eficiencia, ni puede demostrarse en términos de eficiencia.

Primer teorema de Gödel.

Primer teorema de Gödel

Primer teorema de incompletitud de Gödel

Cualquier teoría aritmética recursiva que sea consistente es incompleta.

La demostración de este teorema pasa por construir una cierta fórmula, la «sentencia de Gödel» G, que no puede ser probada ni refutada en T: ni G ni ¬G (la negación de G) son teoremas de T.

Se dice entonces que G y ¬G son indecidibles o independientes en T ( la noción de independencia o indecidibilidad se refiere a la imposibilidad de demostrar o refutar un predicado a partir de otros, en lógica matemática ).

Metafísica.

En física, se habla de que una fuerza es conservativa, cuando el trabajo realizado por la fuerza entre dos puntos es independiente del camino recorrido.

 

Podrías escoger ir por el camino más recto.

 

O por el camino más rápido.

 

O por el camino más fácil.

 

Pero también optar por un camino más largo. O más complicado. O un camino inverosímil.

 

Irte hasta Sebastopol para volver y seguir. Bolas que se dividen en tres. Rios de fichas de dominó que caen hasta dar en un punto.

 

Si la fuerza es conservativa, todos los caminos son igualmente eficaces ( consiguen llegar al destino ).

 

Lio. Locura. Caos. Posibilidades de fallar.

 

Estas son las opciones de los caminos que no son rápidos, no son fáciles, no son rectos.

 

Caminos poco eficientes. Te pierdes en rodeo. Implicas muchas fichas. Puede fallar. Involucran más cosas que las necesarias.

 

No hay eficiencia.

 

Pero hay algo que vas más allá que la física ( matafísica), que hace que sea alegre. Hay en esa complicación innecesaria una fuente de alegría, de regocijo, de disfrute. Hay deleitación. Hay intriga. Hay ingenio. Hay belleza. Hay plasticidad. Hay ilusión. Hay ganas de aplaudir al final. Hay ganas de volver a ser niño. Hay ganas de volver a verlo. Hay satisfacción porque haya salido.

 

No hay eficiencia.

 

Pero hay metafísica.

 

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Fotos que ya no haré – Una extraña reunión.

Starbucks de la Gran Vía. Terraza exterior. Tarde-noche.

Vestidas en disfraces de perro, cinco chicas toman café. Cinco iguales, y una, la novia, diferente.

En grandes vasos de plástico. Hablan. Amigablemente, pero sin excesos, sin alborotos. La imagen no dice de que. Sólo queda elucubrar.

Historias de cuando niñas. Los novios, maridos, amantes. El tedio de lo que tienen. Los deseos de lo que no tienen. El recuerdo de lo que han dejado ese fin de semana. De ropa. De lo que van a hacer. De las preguntas asustadas de la novia. De lo que les gustaría hacer.

Sentadas en el borde de la silla. En circulo. El vaso agarrado. Con dos manos. Los brazos apoyados en la mesa. Las orejas del disfraz colgando.

Gente arriba y abajo. Unos miran. Otros pasan de largo, sin verlas. Un poco más allá, un hombre pide sentado sujetando un cartel escrito en un cartón. La vida pasa al lado. Allí sentadas. Ajenas. En su conversación. En sus disfraces. En su despedida.

La foto, que ya no haré, pide un blanco y negro clásico. Atrapa lo oscuro de la noche, y de las sombras donde las luces de la gran vía no llegan a iluminar, aunque se pierda el matiz del rosa de la novia vestida de caniche.

 

 

Sigue, sigue, Sputnik.

Tal día como hoy, en 1958, Sputnik,  el primer satélite artificial, al contacto con la atmosfera en su trayectoria de entrada, ardió como una estrella fugaz.