Mafioso de papelera.

Atildado, vestido con camisa, chaqueta, pañuelo al cuello y zapatos siempre brillante, recorría la plaza arrancando los carteles que, pegados en las farolas, anunciaban apartamentos en alquiler, pintura de pisos, reformas en casas y tiendas, o cuidados en el hogar, con el extremo inferior recortado en tiras que permitían al interesado recortar el teléfono.

Siempre cortés, siempre formal, siempre implacable, quitaba todo rastro de los carteles de las farolas, para tirarlos, hechos una bola, a las papeleras de la plaza.

Siempre cortés, siempre formal, borraba sistemáticamente de aquella plaza cualquier tipo de anuncio o oferta.

Es importante defender el territorio, pensaba. Eliminar los competidores de raíz, en aquel su barrio. Siempre cortés. Siempre formal.