Lo bello y lo siniestro.

Dirigible, flota en el aire.

Al fondo, en el suelo, queda la ciudad, mar de picos imposibles frente a la forma redonda, plena, suave, sin aristas.

Lo recto frente a la curvo.

Lo sólido frente a lo aéreo.

Lo caótico frente a lo armónico.

Lo leve frente a lo pesado.

Lo fluido frente a lo sólido.

El sueño imposible de sobrevolar la ciudad. De elevarse sobre los problemas, el ruido, el tráfico, el asfalto.

El sueño frente al día a día.

Lo etéreo frente a lo grave.

Lo especial frente a lo convencional.

Formas áureas que sobre vuelan el día a día.

El sueño del niño hecho realidad. La ficción, el juego de la imaginación, realizado.

Y en un momento, fuego y destrucción. Rápido. Aéreo también. Arde el material del que están hechos los sueños, como sólo lo sueños pueden arder. Imposible también en su rapidez. Inimaginable también.

Lo curvo que se consume.

Lo leve que desaparece, dejando ver la estructura.

La estructura, que se viene al suelo, aterriza, colapsa.

Y ruido. Y caos. Y horror.

El fin del sueño.

Y el recuerdo entonces de la esvástica en los timones de cola.

Lo bello, y al mismo tiempo, lo siniestro.