Socotra, La Isla de los Genios

Nos vimos envueltos en las nubes que ocultaban las cumbres de Socotra, la isla que aparecía y desaparecía para terror de los navegantes, como el Príncipe Serpiente vaticinó al náufrago del antiguo Egipto. La isla en la que Gilgamesh encontró la plana de la inmortalidad, que sería devorada por la serpiente. La isla adonde la reina Haschepsut envió sus naves para obtener la mirra. La isla donde Urano tuvo su trono, antes de ser castrado por su hijo Cronos, y donde Zeus Trifilio construyó su propio templo. La isla que Aristóteles quiso que conquistara Alejandro Magno para obtener el preciado áloe socotrino. La isla bendecida por Cástor y Pólux. La isla del incienso, de la mirra y del árbol del dragón, con el que se embadurnaban los gladiadores en el Coliseo. La isla de los más sabios nigromantes del mundo entero, según afirmaba Marco Polo. La isla del ámbar gris, cuyo precio superaba con creces el del oro. La isla cuyos pobladores habían olvidado quiénes eran, aunque hablaran en la lengua hija de la de la reina de Saba.

Las nubes ocultaban las cumbres que habían sobrevolado durante siglos el ave Fénix y el ave Roc, que dejaron de volar cuando los hombres se olvidaron de soñar y dejaron de creer en ellas. Pero las mismas nubes ahogaban nuestro clamor como si formara una gran almohada. Por unos instantes, distinguí el rostro del hombre del fuego, abriendo la boca sin que su grito llegara ya a la montaña.

Jordi Esteva, Socotra, La Isla de los Genios. Editorial Atalaya.

Fragmento de la última página del libro.

 

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http://www.jordiesteva.com/JORDI_ESTEVA/SOCOTRA.html